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Golpes, torturas y desapariciones: el infierno de los ucranianos

En los cinco meses de la guerra, desaparecieron cientos de civiles ucranianos. Este es el relato de un joven que logró volver con su familia.

Vasiliy es parte de un pequeño grupo de personas detenidas en Rusia que ha regresado a Ucrania. Fue liberado tras unas seis semanas y con el tiempo logró regresar a través de un viaje largo y complicado después de un total de tres meses lejos de casa. De vuelta a su trabajo del taller mecánico en la ciudad de Járkov al noreste del país, Vasiliy comentó que le bastaba haber sobrevivido.

“Fue vergonzoso, enloquecedor, pero salí vivo”, mencionó. “Pudo haber sido peor. Les dispararon a algunas personas”.

Las fuerzas rusas han detenido a ucranianos desde que invadieron por primera vez en febrero, pero las experiencias de la mayoría de los civiles han sido poco claras. Las entrevistas con hombres que fueron detenidos y con las familias de hombres desaparecidos brindan nuevos detalles sobre uno de los horrores perdurables de una guerra que ha durado casi seis meses.

Vasiliy mencionó que le habían pedido información sobre las posiciones de los ucranianos y los grupos militares, pero los interrogatorios a menudo habían sido inútiles, pues le daban el siguiente golpe antes de que pudiera responder una pregunta. “No creen nada de lo que les dices, aunque les digas la verdad”, comentó. “No puedes demostrar tu inocencia”.

Rusia niega haber torturado o asesinado a civiles ucranianos y asegura que tan solo ataca objetivos militares.

La mayoría de los civiles que Rusia ha detenido en la zona de guerra son hombres con experiencia militar o edad para pelear. En las zonas ocupadas, los ucranianos con cualidades de liderazgo —activistas, funcionarios locales y periodistas— son los que corren mayor peligro de ser detenidos, aseguraron representantes de organizaciones de derechos humanos. Sin embargo, muchos civiles de a pie han quedado atrapados en redadas que suelen ser caóticas y arbitrarias.

Vasiliy dijo que lo habían detenido por casualidad pues iba caminando por una calle de Tsyrkuny, al noreste de Járkov, cuando miembros de las fuerzas de seguridad estaban realizando una redada. A su esposa y a una vecina les dijeron que se fueran a casa, pero a Vasiliy le amarraron las manos con cinta y lo metieron en un autobús mientras unos hombres con pasamontañas irrumpían en una casa cercana donde dispararon armas y obligaron a cuatro hombres a tirarse al suelo. Estos hombres luego fueron lanzados al mismo autobús que Vasiliy.

Entre ellos estaba Vadym, de 36 años, un soldador y mecánico que vivía en Tsyrkuny con su esposa e hijo pequeño. Vadym se había aventurado a salir para conseguir pañales y comida de bebé para su hijo, según su hermana Darya Shepets, de 19 años. Shepets comentó que algunas de las personas detenidas habían servido como guardias fronterizos durante las hostilidades con Rusia en 2014, pero que él no tenía ningún vínculo con el Ejército.

Los detenidos fueron trasladados al sótano de una casa en el pueblo, donde fueron golpeados e interrogados, según Vasiliy. Luego los llevaron a otro pueblo, donde estuvieron detenidos en un grupo de unas 25 personas. Después de unas tres semanas, lo llevaron con una docena de hombres a un centro de detención en la frontera norte de Ucrania.

A los cuatro hombres detenidos en la redada a la casa, Vadym y sus tres amigos, se los llevaron la tercera semana. No se les ha visto ni se sabe nada de ellos desde entonces. Vasiliy pensó que los habían liberado e incluso le dijo a Vadym que hablara con su esposa al regresar al pueblo porque ella le iba a ayudar con el alimento para su bebé.

No obstante, cuando regresó a casa a finales de junio, quedó impactado al darse cuenta de que era el único que había logrado regresar.

Vasiliy tuvo suerte de que hubo un cambio en el liderazgo de la unidad que mantenía cautivo al pequeño grupo donde se encontraba y, de la nada, los detenidos fueron lanzados a la calle. Debido a la guerra, tuvieron que viajar por el interior de Rusia, donde los volvieron a detener, esta vez agentes del servicio de espionaje ruso, la FSB, quienes, según Vasiliy le ofrecieron dinero y trabajar para ellos.

Vasiliy se negó y, después de tres días, lo dejaron en libertad. “Es probable que se dieran cuenta de que no les servíamos para nada”, comentó. Con el aspecto de un indigente —una larga barba y despeinado—, Vasiliy logró conseguir dinero del amigo de un amigo para obtener nuevos documentos y viajar a través de los países bálticos y Polonia de regreso a Ucrania.

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