En 1996, la Organización de Naciones Unidas (ONU) eligió al 16 de noviembre de cada año para celebrar el Día de la Tolerancia, e instó a los países miembros a promover la práctica de deportes en un marco acorde con esa búsqueda de respeto e integración. Por eso se utilizó el slogan “no te olvides que solamente es un juego”. Detrás de esa iniciativa nació el Día Nacional del Deportista.
Las autoridades argentinas, rápidas de reflejos, concluyeron entonces que en esa jornada, también, debía festejarse el Día del Deportista, para ponerle el valor moral de la tolerancia a la práctica de cualquier actividad física competitiva.
La idea de la ONU en aquellos tiempos fue promover la actividad física como un medio para frenar la discriminación, la violencia imperante en casi todas las sociedades y también para impulsar la vida saludable de las personas desde la primera infancia.
Si en algo es potencia indiscutible la Argentina es en el mundo del deporte. Y lo es por dos vertientes. Una más ligada a los preceptos y a la búsqueda de la ONU, con la presencia de clubes de barrio por todo el país, que en muchos casos “sacan” a los chicos de la calle, inculcándoles valores y mostrándoles un camino de esfuerzo para alcanzar metas.
Y la otra, vinculada con los éxitos logrados por atletas muchas veces surgidos de humildes lugares de formación que pudieron dar el salto del amateurismo a la vida profesional gracias a un talento extraordinario.